viernes, 19 de noviembre de 2010

SIEMPRE HAY UNA PRIMERA VEZ


El domingo 21 de noviembre, pero de 1953 (57 años atrás), marcaba sus dos primeros goles en San Lorenzo el que para muchos fue el mejor jugador que vistió la azulgrana, José Francisco Sanfilippo. Después de aquel doblete a Banfield en el Viejo Gasómetro, vendrían otros 202 gritos que lo convirtieron en el máximo artillero de la rica historia Cuerva y uno de los más importantes del fútbol argentino.

Su apellido ya era famoso entre la multitud Cuerva que seguía al equipo por aquellos años. Sus hazañas en las inferiores y sus notables actuaciones en los partidos de Reserva, donde rompía redes y récords fin de semana tras fin de semana, hacían presumir una inmediata aparición en Primera. Pero por una cosa u otra (discusiones entre técnicos y dirigentes, por ejemplo) el arribo de la joven promesa al equipo principal se hacía esperar.

Su único antecedente en Primera, un amistoso contra Vélez, hablaba por sí solo de la magnitud de jugador que se estaba desperdiciando: cinco goles en el 6-0 a los vecinos de Liniers. Hasta que por fin llegó el gran día. El 15 de noviembre de 1953, ante Newell’s, en Rosario, debutó oficialmente en San Lorenzo José Francisco Sanfilippo. Las vueltas del destino hicieron que su técnico esa tarde fuera nada menos que René Pontoni, otro mito de la centenaria vida azulgrana.

En aquella ocasión no pudo marcar, pero a la semana siguiente, hace hoy exactamente 57 años, dio la nota con un doblete –el segundo y el cuarto- en el contundente triunfo 4-0 sobre Banfield en Boedo. Era el primer capítulo de un cuento de hadas que se cerró 20 años después con 204 goles en 265 partidos disputados.

1954 lo encontró de nuevo en Reserva, pero después de anotarle sendos tripletes a Vélez y Platense en los primeros dos juegos, volvieron a subirlo y en su retorno aportó uno para el 4-1 sobre Chacarita. Sin embargo, el andar del equipo no fue de lo mejor ese año y el Nene, un joven que todavía no llegaba a los 20 de edad, volvió a ser relegado.

Al año siguiente regresó y el proyecto se convirtió en una realidad concreta capaz de ilusionar a todo el pueblo sanlorencista: 15 tantos para terminar como el máximo realizador del equipo. Después de un año irregular tanto en lo individual como en lo colectivo, la explosión definitiva llegó en la campaña de 1957, en la que se ubicó segundo en la tabla de goleadores, con 19, tres menos que Roberto Zárate, de River. Por si fuera poco, ese año también integró el seleccionado que dio cátedra y conquistó el título en el Sudamericano de Lima.

A esa altura ya era una figura incontrastable en el fútbol argentino, pero su mejor versión aún estaba por verse. Después de un mal arranque de temporada por el fracaso de la selección en el Mundial de Suecia, en 1958 anotó 28 goles en la misma cantidad de partidos y estrenó el título de máximo artillero del campeonato, logro que repetiría durante cuatro temporadas consecutivas.

Ese récord, hasta hoy inalcanzable, se concretó con 31 gritos en 1959 –año del título que lo tuvo como emblema absoluto-, 34 en 1960 y 26 en 1961, éste último con la salvedad de haberse alejado de las canchas durante seis partidos por una disputa con la dirigencia en torno a la renovación de su contrato.

Los innumerables conflictos con la directiva y la astronómica cifra que ofreció el presidente de Boca, Alberto J. Armando, derivaron en su transferencia al club de la ribera a finales de 1962.

Una década más tarde, después de romper redes en Uruguay, Brasil y Banfield, ya veterano, regresó a su gran amor. Aportó muchísimo desde la experiencia y hasta se dio el gusto de anotar ocho tantos en 16 partidos jugados en el título del Metro 1972.

Han pasado ya 57 años de aquella hermosa primera vez... Cómo se extrañan tus goles, Nene.


Gentileza "La revista del Ciclón"


GUSTAVO BENNASAR

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